lunes, 28 de enero de 2013

El fútbol, mi credo.

Llevo mucho tiempo sin escribir aquí, pero hoy he decidido que, para variar, voy a perder el tiempo en algo que no sea jugar al FIFA. Para mí, el FIFA es un esqueje más del árbol del fútbol. La gente te dice: ¿qué tiene el FIFA para que juegues tanto? Es posible que sea solo cosa mía, pero cualquier cosa relacionada con el fútbol representa para mí toda una vida pendiente de un balón. Me queda la espina clavada de no haber seguido jugando cuando empecé, pero desde que tengo uso de razón me recuerdo pendiente de, al menos, dos o tres partidos cada fin de semana. Primera y Segunda División han sido de seguimiento obligatorio para mí (le doy gracias al Teletexto por su inestimable ayuda), así como los grupos de Segunda B y Tercera en los que participaban los equipos de Castilla y León. Casi siempre he seguido el fútbol desde la distancia, porque al único estadio que yo iba era a la Balastera, la vieja Balastera, cuando me llevaba mi padre. Esa vieja Balastera cuyo aforo era de 12500 personas, según rezaba la Guía Marca (que llevo bajo el brazo desde que puedo recordar). Aún cuando iba al estadio, tenía un casco en la otra oreja para saber cómo iba el Espanyol o el Numancia, o me enteraba de los resultados por el resto de los presentes en aquella Tribuna General en la que nos colocaba el carnet de socio de mi padre, del que solo recuerdo que acababa en 304. Los asientos eran solo para los de Preferente. Allí estábamos todos (y yo con mi bufanda del 75 aniversario del CF Palencia) de pie en escaleras de piedra que hacían de gradas, alentando a los morados capitaneados por Santi Villahoz, nuestro Toquero particular, y celebrando las derrotas del Valladolid. "Pucelano el que no bote eh, eh". El Frente Morao animaba sin descanso. Serrano, Santi Sedano, Pelayo, Cuadrado... Jugadores que han quedado en la memoria, más aún cuando se construyó la Nueva Balastera, que por desgracia hemos podido disfrutar bien poco. Y todo por el fútbol negocio. 


         Vieja Balastera (barrio de San Antonio)




                  Aquí, Santi Villahoz. Grandísimo.


He de reconocer que, a pesar de ser del 94, odio este fútbol moderno. Soy joven, pero me ha dado tiempo a ver fútbol del bueno. En fin, desde que soy consciente he visto todas las Champions, Copas, Ligas españolas, Supercopas, Recopas, Intertoto y también ligas extranjeras desde hace unos años hasta ahora. Si he de reconocerle un mérito a Marca es sacar esa guía año tras año. Si querías verme feliz, solo tenías que comprármela; ya me ocuparía yo de aprenderme todos y cada uno de los jugadores de, por ejemplo, el Albacete o la Fiorentina. Además, el Canal Plus en mi casa no faltaba. La de derbis que me he tragado entre madridistas. He presenciado la época galáctica. He visto jugar juntos a Figo, Ronaldo, Zidane, Beckham y Raúl. Todavía recuerdo la famosa volea de Zidane que nos dio la Novena en 2002 contra el Leverkusen, o la falta que Roberto Carlos coló a Kahn. He visto al Barça lleno de holandeses. Al Valencia de Ranieri: Ayala, Cañizares, Mendieta, Aimar, Carew... Ese que llegaba a las finales. En mi primer videojuego, Guardiola era titular indiscutible en el Barça. Tengo un cromo del Cholo Simeone como jugador del Atleti. El Athletic de Bilbao podía presumir de equipo: Yeste, Etxebarria, Julen Guerrero, Urzaiz... Donato seguía en el SuperDepor. Y así podría enumerar infinidad de jugadores y equipos legendarios. Y también con las ligas extranjeras, sobre todo la Premier. El Manchester United en el que Ryan Giggs era un chaval al que acompañaban Beckham, Gary Neville, Stam, Andy Cole y Yorke. El City no valía para mucho; McManaman fue dos años allí y, tres años después de que se fuera, llegó el Jeque que lo cambió todo. El Bayern de Munich era legendario: Kahn, Kuffour, Élber, Jancker, Zickler... En fin, equipos y jugadores que un día están en la gloria y al otro ya nadie los recuerda.

La Guía Marca me hacía incluso seguir el fútbol de secciones inferiores y femenino, que aunque ocupaban las últimas páginas, llamaban mi atención. Por supuesto, tengo cromos del Rayo Vallecano y del Athletic, dos grandes de la Primera División femenina. Me sabía los árbitros de pé a pá, y quiénes habían ganado el trofeo Guruceta los últimos cinco años. Entrenadores, presidentes, estadios... Desde Mendizorroza al Sadar. Algunos creen que soy una friki por saber todos esos datos al fin y al cabo innecesarios -yo creo que es cultura general. Otros creerán que en realidad soy demasiado joven como para haber presenciado fútbol de verdad. A mí me da igual; creo que nunca es demasiado tarde para rendirse al deporte más popular del mundo. ¿Acaso no llorasteis con el gol de Iniesta? ¿Acaso no lo celebrasteis aquellos que no seguís el fútbol asiduamente? Estoy segura de que, como mínimo, sonreísteis al pensar que todo un país tenía un solo sentimiento. El fútbol une, pero nunca desune. Puedes discutir mucho con alguien que no sea de tu mismo equipo, pero compartís una afición. Respiráis hondo al oír el silbato inicial. Celebráis cada gol, admiráis cada filigrana y criticáis a los mismos defensas. Os alegráis al ver que es fin de semana, que toca ver el fútbol. Sea cual sea vuestro equipo, lo animáis durante 90 minutos, y sentís un profundo vacío en el parón de verano, más aún cuando no juega la Selección. Podría pasar horas y horas describiendo lo que se siente al saber que tu equipo juega, pero no tengo palabras.

Concluyo esta entrada después de, espero, haber levantado sentimientos, pasiones y recuerdos maravillosos en la mente del lector. En resumen, aquella persona que dijo que "el fútbol son 22 personas en calzoncillos corriendo detrás de una pelota" puede tener razón a priori, pero no tiene ni idea de lo que ello representa: alegrías y tristezas, compañerismo, compenetración, competitividad, ambición, impotencia... Esa persona nunca entenderá la sensación del jugador, del portero o del aficionado durante una tanda de penaltis. "Es el opio del pueblo", dicen otros. Y tienen toda la razón: esta es mi droga. Podría pasar horas y horas olvidándome de los problemas viendo fútbol. No entiendo qué tiene de malo; en mi opinión, todo aquello que nos distrae en estos tiempos es bueno. Yo no hago daño a nadie viendo y comentando el fútbol. Para mí es un escape. Es casi una religión, un sentimiento fuerte. Es, en definitiva, una forma de vida.